Día internacional de la niña.
Me da mucha pena ser feminista. Me da pena porque veo cosas del mundo que me desagradan, cosas que antes me eran indiferente. Me da pena porque siento la mirada acusadora cuando pongo mis ojos en blanco de “eso es machista”. Pero lo que más pena me da, es no haber adquirido esta conciencia antes, mucho antes, cuando era niña y se suponía que debía estar preparándome para el mundo.
Me habría gustado adquirirla antes de ser preadolescente, cuando mis compañeros de clase me dijeron que llevar falda era “ir provocando”, aunque yo no sabía qué es lo que provocaba exactamente. O cuando tuve mis primeros periodos y sentía miedo de que alguien abriera mi mochila y viera todo mi arsenal de compresas. O aquella vez que me decidí a salir con un chico que me gustaba y mi entorno no dejó de presionarme para que tuviera una curiosidad sexual que no sentía, sólo porque él podía cansarse de mí.
Estos son sólo unos pequeños ejemplos autobiográficos, pero estoy segura que podría sentirse reflejada cualquier otra chica. Y sin embargo, sigo sintiendo que soy una “exagerada” cuando me indigno por cosas que considero injustas. Injustas y, además, aunque no lo parezca, evitables. Y no hace falta hablar de violaciones. ¡Señores, eso es la punta de iceberg! Hay muchas, muchas injusticias motivadas por esta cultura de sumisión y no concienciación. Y hay para todxs, para todos los géneros, todos salimos perdiendo con el machismo.
Pero hoy es el día de las niñas, y por eso es importante ser conscientes de lo que esta hipersexualización es aprendida, impuesta, y por tanto tiene solución, y esa solución (aunque de sarpullidos a algunas personas porque "la palabra correcta es igualdad", perdiendo el sentido de lo que representa y la realidad del asunto...) es el FEMINISMO.
Por favor, dejemos que sean niñas, dejemos que estén a salvo, dejemos que vuelvan a casa sin miedo. Dejemos de culparlas, de llamarlas "provocadoras", de cosificarlas, hipersexualizarlas...
DEJEMOS QUE SEAN LIBRES FELICES.